La
siguiente experiencia dice así:
"Me
bauticé como testigo de Jehová a los 16 años de edad. Lo hice porque estaba
buscando un grupo que se apegara a las Escrituras y que, además, no creyera en
la Trinidad. Yo venía de una familia de profesionales, pero mi fe me hizo
desistir de ir a la Universidad. Aunque me fui hace mucho tiempo, hasta el día
de hoy me arrepiento de haber sido testigo. La Organización absorbió mis
mejores años".
Vemos
que en su día esta persona tomó una decisión que más tarde lamentó, y seguramente
se haya planteado más de una vez cómo hubiera sido su vida en el caso de haber
elegido mejor.
No
hay duda de que se puede aprender mucho de los errores del pasado Sin embargo,
cuando imaginamos cómo podría haber sido nuestra vida de otro modo, podemos llegar
a causarnos aflicción innecesaria.
Por
eso, hay que procurar derribar el “si
hubiera":
Si
hubiera hecho aquello…
Si
hubiera abierto otra puerta…
Si
hubiera estado con otra persona…
Los
"si hubiera” son planteamientos que solo sirven para perfeccionar el arte
de maltratarnos. Estos pensamientos solo alientan la envidia, el sentimiento de
culpa y el resentimiento con uno mismo y/o con los demás.
Los
"si hubiera" siempre son falsos. La trampa es pensar que el éxito es
replicable en otra persona o en otro contexto, aunque ambos son unipersonales.
La clave está en mirar atrás para aprender, pero no para castigarse.
¿Cómo
derribar los "si hubiera"?
Curiosamente,
cuando analizamos el presente y el pasado, a menudo nos hubiera ido mejor si
hubiéramos hecho otra cosa, pero somos injustos pues pensamos que la vida se
puede replicar. Tenemos fantasías de realidades que luego ni mucho
menos tienen por qué haber sucedido. Además, es una trampa pensar que podemos
replicar lo que le ocurre a otra persona.
La
mente siempre piensa en términos de causa y efecto. Somos muy lineales pensando
en que “si yo hago esto va a ocurrir aquello”, y no me doy cuenta de que al
tiempo que yo hago algo, las demás personas también hacen, entonces mi linealidad
no tiene por qué ser como la imagino. El problema del "si hubiera" es
que, en vez de servirnos para aprender, nos puede causar un sufrimiento inútil.
Elizabeth
Kübler-Ross fue una doctora que estuvo trabajando con enfermos terminales
durante 30 años. Cuando ella preguntó a muchos enfermos qué hubieran cambiado
en sus vidas, la mayoría señaló dos cosas: haberme llevado mejor con un
familiar y haberme atrevido a hacer aquello que no hice por miedo.
Es
curioso cómo el miedo, además de frenarnos, nos causa daño por el efecto posterior del
"si hubiera". Hay que tener en cuenta que las decisiones que tomamos
en la vida son las mejores en cada momento y en base a la información de la que
disponemos en cada instante. Todos vamos cambiando con el tiempo, es decir, las
decisiones que tomamos ahora son bien diferentes a las que tomamos hace veinte
años, o a las que tomaremos dentro de otros veinte. Por lo tanto, hay que tener
cuidado con toda frase que empiece por "si hubiera", porque puede
servir para engañarnos a nosotros mismos.
Aún
así, a veces no podemos evitar mirar al pasado con nostalgia y pensar en las
cosas que no han estado bien del todo. ¿Qué podemos hacer en ese sentido?
A
una premio Nobel, Rita Levi-Montalcini, le hicieron un homenaje por su vida a
los 90 años de edad. Ella dijo: "No me hagáis ningún homenaje por mi
pasado, no, lo que me interesa es que hablemos de lo que voy a hacer en el
futuro". Su mente estaba entrenada para seguir aprendiendo y proyectando hacia el futuro.
Y
es que la mente es como un músculo, la tenemos que entrenar. Mirar al pasado
nos permite aprender, pero lo más importante es proyectar la mente hacia el
futuro. Hay tres claves que nos ayudan a ello:
1.- Identifica la frase "si
hubiera". A menudo usamos el
“si hubiera” en situaciones cotidianas: "Si hubiera entrado en este
restaurante me hubiera gustado más la comida que la que he comido aquí".
Lo
primero que debemos hacer es observar qué nos ocurre a nosotros. Debemos tomar
conciencia de que, más allá de nuestras decisiones y de nuestras emociones, siempre
hay un observador interno que podemos agudizar. Obsérvate cuando dices "si
hubiera".
2.- Plantéate alternativas más amables. Cuando entramos en un restaurante que no nos ha
gustado y vemos otro en el que parece que la gente está disfrutando, tendemos a
pensar, "si hubiera entrado en este me lo hubiera pasado mejor". Procuremos
pensar al revés: ¿Por qué no puedo pensar que si hubiera entrado en el otro me
hubiera ido mucho peor y no me hubiera gustado? Quizás hubiera sido más caro o más
ruidoso. Como en realidad son conjeturas, es mejor pensar en aquello que
me ayuda. Una vez más, se trata de autoprotegerse, cuidarse del principal
enemigo que está en nosotros.
3.- Acepta que cada día tomamos las
decisiones como mejor podemos.
Tomamos las decisiones con toda la información que tenemos. La vida vista “a
posteriori” es siempre más fácil, pero no es real (Ejem: si hubiera
ido a este sitio y hubiera comprado el décimo de lotería me hubiera tocado el
premio). Es absurdo pensar que si hubiera tenido toda la información hubiera
hecho esto o aquello, porque eso es una fantasía.
Por
lo tanto, si lamentamos la decisión de haber sido “x” años testigos de
Jehová y lo que conlleva, ya no pensemos en “si hubiera”. Mejor proyectemos la
mente hacia el futuro. Pensemos en lo que tenemos ahora y en lo que nos queda
por hacer. No suframos inútilmente. En vez de pensar en “si hubiera”, pensemos en que
“sí, habrá”; sí, habrá tiempo y libertad de ahora en adelante. Aprovechemos bien, mejor que en el
pasado…
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