Hay medidas de precaución
que pueden ayudar a evitar que, sobre todo los jóvenes, sean captados por las
sectas. Cuando hay un familiar en una secta lo que hay que mantener, por todos
los medios, son vínculos externos a la secta con el adepto. Antes o después le
harán reaccionar. Es el hilo conductor para luego volver y rehacer su vida.
Cuando es una
persona mayor su programación está más asentada. Se suele fijar por un
desarraigo de más intensidad. En el caso de una pareja el problema
desemboca en la separación matrimonial. El problema que se plantea entonces es
la custodia de los hijos. No romper lazos es una medida básica para tratar de
aplicar asistencia técnica con especialistas. Esta labor está muy
desprestigiada y caricaturizada por parte de las sectas.
Las medidas para prevenir
la actuación de las sectas destructivas comprenden dos apartados:
A ) Familiar.
Es necesario
hablar del tema para que los jóvenes sean conscientes del problema de las
sectas. Pero en sus justos término, no con morbo. Que lo conozcan de una manera
sensata, pausada y razonada.
Evitar la angustia
es imprescindible. No asustar con las sectas porque cuando alguien se encuentre
con los que las representan ante la sociedad verá que son encantadores y se
sentirá engañado. A primera vista es infundada la sensación de que sean de
temer. Un joven no entendería que metan miedo en un lugar lleno de armonía y
paz. Lo que quiere decir que no reconocerá la secta.
Conviene que
se conozcan las técnicas de persuasión y la manera de funcionar de este tipo de
organizaciones. La destructividad de una secta no es tanto un lugar como un
sistema de manipulación.
No hay que
obsesionar al hijo sobre que a cualquier lugar que vaya, va a haber una secta
escondida. Tal actitud puede convertirse en hábito y en la secta se sentiría
identificado, sólo cambiaría el contenido de su fijación. No se trata de hacer
que desconfíe de todo sino de que sea precavido.
El diálogo es
fundamental. En la campaña publicitaria contra la droga se demuestra que la
alarma a la sociedad o a la población potencialmente predispuesta a sufrir el
problema sirve para muy poco. Lo mismo que decir «no». Se puede caer en una
deformación del problema. Hace falta una base sólida que facilite el desarrollo
de la personalidad y estar avisado de lo que puede suceder para saber
reaccionar. Para lo cual hay que hablar de las cosas, exponerlas y ver diversos
puntos de vista. Al mismo tiempo sentirse acogido entre los demás. La idea
central de la nueva campaña es «dialoga con él. Escúchale».
La comunicación ha
de ser abierta. Sin imponer criterios. Advertir de los peligros. Al crearse un
clima de confianza se evitará la condición fundamental de la secta: el
secreto. «Los Amadores» advierten a sus seguidores guardar silencio, porque
fuera hay muchos demonios. Pero hay casos en que, cuando madre e hija se
contaban todo, al ser captada la chica comenzó a ocultar su introducción a la
secta. Lo cual hizo entender a la madre que su hija había dejado de ser ella
misma. Los padres no deben fiarse de las buenas o malas apariencias de los
monitores, pues éstas engañan. Hay que respetar las amistades de los hijos.
Crear
expectativas de cómo deben ser pueden llevar a que amigos perfectos y
ambientes ideales escondan una relación manipulada. No conviene dirigir la vida
de los hijos o querer imponer actitudes a la pareja. Al querer sobreponerse uno
de los cónyuges a tal relación se encuentra apoyado por la fuerza interior que
despierta en él la secta y luego acaba atrapado por ella.
No educar en la
desconfianza sino en la crítica. Que aprendan a relacionarse con los demás. Las
dificultades de comunicación y convivencia hace que se busquen situaciones
protocolarias que luego se convierten en situaciones ritualizadas.
Posteriormente se incluyen en ceremonias en las que una persona de carácter
tímido se siente a gusto. En tales moldes de conducta se sabe y establece de
antemano lo que hay que hacer y cómo responder a los demás. Primero uno se deja
llevar y luego se siente bien, lo que la secta utiliza para sus fines. Evitar
cargar negativamente a la persona con la que se trate: «eres tonto»; «no sabes
nada de la vida», porque en la secta le van a recoger en este papel psicológico
y le van a hacer superarlo, haciéndole sentirse superior y bien. Lo mismo si se
le alaba en exceso y se le convierte en objeto de presunción de los padres. Son
las actitudes extremas las que facilitan que una secta actúe, porque el
temperamento de la persona es mas fácil de ser atraído.
Educar en la
solidaridad es un buen criterio para evitar hacer a los hijos el centro del
mundo. Las sectas saben llegar al punto débil de las personas e identificarse
con ellas para, progresivamente, hacer que cada individuo se identifique con el
líder. Convierten al que van a atrapar en protagonista, hasta que le enseñan el
camino de la humildad. Cuando un joven deja de ser el centro de atención en su
vida cotidiana, porque tiene que empezar a vivir por sí mismo y dejar el amparo
paterno, se siente alabado y satisfecho cuando en su entorno dentro de la secta
se representa la misma actitud de amparo y protección.
Ayudar a los demás
es la mejor medida para ayudarse a uno mismo. Al pensar en los problemas del
Tercer Mundo o cualquier otro no se está esperando a que otros vengan a sacar a
uno las castañas del fuego. Una tendencia de depender de otro permite ser
arrastrado por movimientos grupales o de masas que esperan o siguen a un
salvador. Las sectas sitúan a éste fuera del mundo para escapar de la realidad.
Hay que estar
abiertos a la crítica y participar en los problemas de las circunstancias de
cada cual. La relación entre el individuo y la sociedad es mutua. Los defectos
se pueden cambiar y surgirán otras cuestiones que deberán ser puestas en tela
de juicio. Una actitud pasota y rutinaria permite caer en trampas que presentan
cursos de meditación sobre propuestas para cambiar la vida y, efectivamente, se
cumple pero a costa de transformar la personalidad de quien se hubiera creído
el reclamo. Cuando se ha sumergido uno en el fanatismo no se le puede convencer
de nada porque el fondo en el que se arraiga la doctrina o idea no es racional.
Es consecuencia de un impacto emocional que han fabricado en la secta mediante
técnicas de control mental.
Participar en las
labores y decisiones familiares es positivo para aprender a tener criterios
propios. También para sentirse útil y no tener la sensación de que se sobra en
casa. De otra manera se hace seres pasivos a los vástagos. Se aburren por todo,
nada les gusta porque son caprichosos. Nada les estimula. Son
prepúberes consentidos que consiguen las cosas infantilmente con el
chantaje emocional. No pueden resolver los asuntos por sí mismos. Es el caldo
de cultivo perfecto para la personalidad que buscan las sectas. Su oferta es
dar un sentido y un atractivo a jóvenes que sienten la plenitud al ver
cubiertas una serie de carencias psicológicas o ven la oportunidad de hacer
realidad sus sueños uniéndose al delirio de la secta, en la que un chaval
proyecta su ilusión. Por eso los jóvenes de carácter idealistas son atrapados
con facilidad.
Es importante no
ceder a todo lo que piden los niños y niñas. Sobre todo en una sociedad de
consumo como la nuestra. Las cosas pierden su valor. Tienen la validez de su
uso efímero. No todo se puede conseguir. Hay que educar en el sentido de saber
asumir y superar fracasos y frustraciones. Tanto afectivas como económicas. Es
recomendable enseñar que uno no siempre se sale con la suya y menos cuando es a
costa de los demás. De lo contrario el joven acabará queriendo la luna y nadie
se la podrá conseguir, excepto, alguna secta que le hará creer que sí.
Previamente se tendrá que preparar.
B
) Educativas.
El modelo de
enseñanza en nuestra sociedad se basa fundamentalmente en saber cosas. Se
preocupa muy poco de hacer conocer y educar los sentimientos. Resulta que son
los cimientos de la satisfacción humana, en relación con los demás, con los
logros materiales y con uno mismo. Es la facultad que permite disfrutar de lo
que se tenga, mucho o poco, de lo que se hace y de lo que se es.
Vivimos en una
sociedad que tiene de todo y se siente insatisfecha.
Las sectas no
abordan a personas tontas o que estén mal de la cabeza, sino a las que
controlan los sentimientos. Vivimos en una cultura donde no se expresan las
emociones. Si alguien toca la fibra sensible logra efectos espectaculares. Si
la sensación que produce activar las emociones se vincula a una doctrina sus
enseñanzas se acaban sintiendo.
La desviación de tal
carencia se manifiesta en hacer de los sentimientos un espectáculo
cinematográfico, mediante canciones hechas para vender, o en los culebrones.
Ante tal situación los telepredicadores logran emocionar y consiguen sus
fines. Son capaces de sacar el dinero a su clientela, no por lo que dicen sino
por cómo lo dicen. Quien paga se siente gratificado porque no sólo es la manera
de vivir algo que la sociedad ha atrofiado sino que el orador le da un sentido
trascendente.
La enseñanza debe
introducir criterios participativos y críticos. Fomentar el desarrollo de la
personalidad. Educar desde la autoestima y la responsabilidad. Muchas
reacciones violentas en la sociedad suceden como respuesta mal aplicada a las
frustraciones y a sentirse mal con uno mismo.
Se da la sensación
de que sobra mucha gente: medidas de selectividad, numerus clausus, paro y
demás. Uno busca refugio en un lugar en el que se le haga sentir
imprescindible. Las sectas hacen que cada adepto se sienta necesario para la
causa. El fanático se siente tocado por la Verdad, un elegido.
Las sectas no deben
hacernos pensar exclusivamente en criticarlas o denunciarlas. Si funcionan es
porque algo falla. Es cierto que la sociedad nunca va a ser perfecta, utopía
ésta que es común de todas las sectas. La condición es que sea cada una de
ellas la que domine el mundo. El ritmo de enseñanza en colegios e institutos provoca
fobias, angustia, aceleramiento, no únicamente psicológico sino cardíaco. Son
estados mentales que dejan huella en el organismo. Se vive el período
académico, por regla general, con miedo y ansiedad. Consiste en pasar de un
examen a otro. Se demora la vida afectivo-sexual comprometida, sin criterio que
la haga asumible sino que se vive como una imposición social. No se
cuestiona, ante la imposibilidad económica de poder tomar una decisión por uno
mismo. El problema del paro dilata además esta moratoria.
¿Qué ocurre? Que un
lugar que se presenta como un remanso de paz, un lugar que nada exige, en un
principio, sino creer en un líder y hacer lo que le digan y en donde con sólo
obedecer se le van a solucionar todos los problemas, y que así lo percibe porque
aplican una serie de trucos sobre el afectado, se convierte en la panacea. Vale
para todo. Se valora como el no va más porque permite huir y no afrontar el
reto de la libertad, de ser uno mismo y de superar los problemas de la vida. La
secta se convierte antes que nada en un paraíso psicológico.
Cuando se sale de
una secta sin preparar una nueva visión del mundo ni se desmonta la
programación, se suele volver. Se intensifica el grado de fanatismo para
demostrar al resto de los compañeros que vuelve de verdad. Se ampara en que ha
comprobado lo malo de mundanal ruido. No sólo le desagrada, además no logra
adaptarse. Si no recupera su personalidad original el vacío existencial lo
llena exclusivamente la doctrina de la secta, que se ha encargado de provocarlo
para luego ocupar, con su doctrina, la nueva personalidad, de manera que el
adepto lo entiende como un estado de plenitud, de liberación o de devoción.
La sociedad en la
que vivimos es muy competitiva. Nos educan para subsistir en ella. El precio
que paga el que triunfa es muy caro. Llegar a las metas del éxito depende de
factores fuera de su control. Vivir esta actitud, que se reduce a imágenes de
los medios de comunicación, es lo que hace que muchos personajes famosos
militen en sectas destructivas, así como personas que ocupan cargos públicos.
Sobre todo en las que hay connotaciones de tipo psicológico y un culto a la
mente.
Aquellos
que se quedan en la estacada fraguan en su interior resentimiento y rechazo
hacia la sociedad. Actuar metódicamente contra la cultura y el mundo tal como
ofrece la secta atraen a quien fracasa económicamente y afectivamente, porque
encaja con la demanda de un sector de la población que busca una respuesta a su
insatisfacción. Esta base psicológica se observa en los colectivos que apoyan
la violencia, independientemente de su ideología, que no es más que una excusa.
Los criterios de la enseñanza deben orientar a pensar. Enseñar a aprender, a
tomar decisiones, a desarrollar la personalidad, a amar.
(«La peor enfermedad que acecha hoy en
día al mundo occidental no es la tuberculosis o la lepra; es el hecho de no ser
deseado, de que nadie nos ame ni se preocupe de nosotros. Las enfermedades
físicas pueden curarse con medicinas, pero el único remedio para la soledad y
la desesperación es el amor.» Camino
de sencillez, p. 91. La madre Teresa de Calcuta. Ed. Planeta 1997).
A veces se ha
planteado que faltan nociones y actitudes más férreas en materia religiosa. Que
hacen falta valores y principios más fuertes en la moral. Sí es necesaria más
cultura, y también más cultura religiosa, pero imponer unos principios de
disciplina firme no sirve porque se rompen en un momento de crisis y luego se
invierten. Las sectas suelen tener como paradigma del mal y enemigo a la
iglesia católica. En sus filas se integran muchos exmiembros de ella
identificados con el modelo psicológico de atacarla de manera furibunda. Aunque
no tenga una base real no importa, porque lo que impulsa los anatemas que
lanzan es la venganza. Lo mismo ocurre con otras religiones cuando las sectas
se desarrollan en donde sean prominentes.
Es
imprescindible dar un valor personal a la creencia, razonar sobre lo absoluto,
filosofar y dudar para sentar la creencia. Quienes se han educado en la
intolerancia suelen encontrar la «liberación» en grupos de lo más extraño cuyo
fundamento doctrinario no es más que un apoyo psicológico para atentar, al
menos con su comportamiento, contra los que le han tratado de dominar. Sin
embargo esta actitud psicológica no es detectada por quienes la sufren, que
intentan siempre dar explicaciones de tipo teológico o mesiánico interpretando
textos de las escrituras sagradas.
La información en la
sociedad sobre el tema de las sectas debe ser una labor concienzuda, basada en
datos y con criterios de enseñar qué son. No hacer de las noticias un
espectáculo y de la información lo mismo. Cuando por intereses de conseguir
audiencia se centra el tema de las sectas en tragedias y el morbo sobre
conductas anómalas de alguna, las demás se esconden en tales cortinas de humo
para hacer su trabajo diario, cuyo resultado es anular la capacidad individual
y social del sujeto, porque aunque esté integrado aparentemente no disfruta de
su mundo y lo sufre. Con las discusiones como espectáculo, que son frecuentes
en cadenas de radio y televisión, se benefician las sectas al relativizar el término
«secta» y emplearlo para cualquier organización o institución, o amparando el
lavado de cerebro en la libertad de quienes son mayores de edad.
Informar a los
ciudadanos es la base de la libertad. Porque sólo se puede decidir algo cuando
se conoce del principio al final cómo es, cómo funciona y cuáles son sus
consecuencias. No se puede centrar un mensaje en un titular llamativo para
atraer la atención, porque se acaba confundiendo más que aclarando a la opinión
pública.
El Parlamento
Europeo aprobó una resolución sobre el problema de las sectas (28-II-1996) en
la cual insta a los Estados miembros a buscar estrategias para informar sobre
las sectas destructivas.
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