martes, 17 de octubre de 2017

Salir de una secta - La desprogramación




Salir de una secta - La desprogramación I

 De la misma manera que no se entra en una secta de carácter coercitivo, tampoco se sale de ella. Los que abandonan tienen que romper precisamente con la programación. Librarse de esas ideas exige un tiempo. Hay que conocer el grado de fanatismo que se ha padecido, reconocerlo en uno mismo y recuperar su personalidad original. De lo que se sale no es de la secta, sino de un estado mental o psicológico que aquella indujo. Generalmente hace falta un apoyo exterior para poder sacar al adepto de la mentalidad que ha adquirido. En ocasiones este proceso lo vive uno por sí mismo. La programación se puede desactivar cuando observan ciertos abusos que no encajan con el programa que ha sido inculcado.

Suele ocurrir con antiguos miembros que no han actualizado los ajustes del lavado de cerebro. Observan que cuando quieren explicar su punto de vista otros compañeros no le entienden, porque a estos se les ha adiestrado en consonancia con los nuevos acontecimientos. Lo que ocurre en estas ocasiones es que, si se deja la secta pero se mantiene la programación, se crean escisiones o se hacen otros grupos de las mismas características, sólo que con otra interpretación de la doctrina madre.

Puede suceder que los comentarios hechos desde fuera, si se hacen con tacto, dejen huella y se recapacite sobre ellos. Sucede algo parecido a lo que son los virus informáticos. En el caso de las sectas estropean el programa del cerebro de un adepto.
La desprogramación consiste en desactivar el fanatismo en un breve período de tiempo. En cualquier caso supone un golpe emocional para el sectario. Se sufre mucho. Se siente tal desesperanza, tal vacío que se piensa en el suicidio como única salida.

Plantearse la posibilidad de dejar una organización de fanáticos no es fácil, además de las presiones de los compañeros, muchas veces con chantajes afectivos, uno debe superar su dependencia a ser como le han hecho ser. Desde luego nada tiene que ver con apuntarse a un club de fútbol y dejarlo, o cambiar la cuenta corriente de un banco a otro, o dejar la militancia en un partido político.

En una secta no se cambia la opinión sino la personalidad. Se va a ella con alegría o con problemas pero se abandona con angustia o incertidumbre. El adepto debe reconstruirse como persona. Necesita un apoyo externo que le acoja. También necesita que alguien le entienda. Él mismo debe comprender lo que le ha ocurrido y superar el sentimiento de culpa. Al salir del entorno de la organización ve que debe encontrarse con la realidad. Se requiere un período de adaptación. Al no funcionar el programa mental, porque se desactiva, se ve el mundo de otra manera.

En el boletín n° 28 de IAS-Projuventud, Jan Carol Ross escribe unos versos, en el poema «Amanecer postsectario », que son significativos por cuanto retratan la sensación que se tiene al dejar una secta:

¿Dónde he estado?
¿En un sueño?
¿En un delirio?

Lo básico para dejar una actitud fanática es dudar. Pensar por uno mismo sobre los contenidos que una creencia ofrece. Precisamente es lo que la técnica de una secta hace que se evite. Por eso discutir con un adepto fortalece su empecinamiento y le afianza en seguir en sus trece. En un enfrentamiento se atrinchera. Dialogar y dudar junto a él le puede llevar a plantearse ciertas cuestiones y no seguir los criterios del líder a ciegas. Sucede que si desde fuera se actúa como la secta y no se siguen las expectativas que ésta crea, en cuanto que va a ser rechazado o incomprendido, el efecto de la programación no se afianza.

Cuando se participa de lleno en un secta cualquier criterio crítico se vive como debilidad. El adepto sufre cuando piensa sobre posibles errores o falsedades. Se siente culpable y se castiga. Alejarse de su ambiente sectario supone dejar lo que hasta entonces le ha dado la felicidad y la paz interior. Tampoco se sabe lo que se va a encontrar fuera después de haber estado desplazado mucho tiempo. Aún estando convencido un exadepto de que donde ha militado es una secta destructiva, durante unos años, queda un resquicio de desasosiego.


Hay recaídas en las que se necesita volver. Se da un sentimiento contradictorio de odiar a aquellos que han abusado de unas técnicas manipuladoras en su beneficio y por otra parte querer hablar con ellos, acudir a los que preparan con actos. Es cuando se percibe que se está enganchado a la doctrina. Tiene el «mono», ansias de seguir en la organización. Cortar con tal dependencia exige una decisión tajante. No sucede de repente. Se abre un proceso para poco a poco desmontar la programación.

 Las sectas al descubierto by Ramiro Pinto is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-Sin obras derivadas 3.0 España License. Permissions beyond the scope of this license may be available at www.ramiropinto.es.


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