lunes, 13 de agosto de 2018

Las sectas no tienen un cartel en la puerta (El País)




Habla de la secta que la captó y confunde las palabras. Se traba, como si no pudiera o no quisiera hablar del tema. “Son secuelas. Me adoctrinaron para que jamás contase lo que pasaba allí dentro”, relata Alicia Rodríguez, que prefiere no decir su verdadero nombre. Advierte de que las personas pueden pasar años en uno de estos grupos sin saberlo: “Las sectas no tienen un cartel en la puerta”. “Entrar es fácil”, apunta. “Lo difícil es salir”. Los expertos coinciden en que cualquier persona es susceptible de ser captado.

“El que dice que nunca va a caer es el primero”, alerta Rodríguez en un bar de Madrid. Ella, que pasó más de cinco años en uno de estos grupos sin ser consciente de ello, asegura: "Creía que me estaba ayudando a mí misma y a los demás, que iba a ayudar a una ONG, como Patricia [Aguilar]". Se refiere a la española de 19 años rescatada en Perú el pasado 6 de julio. La joven de Elche (Alicante), que ha vuelto este fin de semana a su casa familiar, estaba bajo la presunta influencia de Félix Steven Manrique, quien se hace llama Príncipe Gurdjieff y permanecerá nueve meses en prisión preventiva.
En España, existen unas 250 sectas que se presentan como grupos religiosos, esotéricos, de crecimiento personal, de corte humanitario, filosófico o new age. "Se esconden detrás de un discurso socialmente aceptado", afirma Miguel Perlado, coordinador del grupo de trabajo sobre deriva sectaria del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña. El psicólogo explica que estos grupos logran adaptarse a las épocas: "Ahora no hablan de ovnis, como en los 80, pero pueden disfrazarse detrás de grupos de yoga o meditación". Perlado detalla, con base en diferentes estudios, que la población española afectada es del 0,9%, un porcentaje similar al de otros países europeos.
Los líderes y miembros de sectas buscan, sobre todo, personas jóvenes, idealistas, disconformes, inquietas, con estudios universitarios y con tendencias meticulosas, detalla Perlado. “No les interesan las personas psicopáticas, débiles o conflictivas”, afirma. “Son personas normales, pero sugestionadas”, explica Myrna García, presidenta de la Red de Apoyo para Víctimas de Sectas. Asegura que su organización ha ayudado a abogados, psicólogos y científicos captados por estos grupos.
La psicóloga Margarita Barranco, especialista en manipulación psicológica, agrega que las víctimas suelen estár atravesando crisis personales, familiares o laborales y, por eso, son especialmente vulnerables. “Entonces es cuando se acercan. Te hacen sentir protegido y bajas las defensas”, explica. Rodríguez se enfada al recordar: “Hay un líder supercarismático, aparentemente maravilloso, que logra que poco a poco confíes en él como confías en tu madre. Entonces estás perdido”.
Joan Pérez también fue víctima de una secta y prefiere no revelar su identidad. Asegura que, a través de técnicas de manipulación, los líderes sectarios logran que la personalidad del individuo se reduzca hasta desaparecer. Así obtienen de ellos lo que necesitan: dinero, sexo y poder. “He hecho cosas que no habría hecho jamás”, destaca. Cuenta que él tenía un buen pasar económico (trabajo, casa, coche) y que ahora está en paro y vive con préstamos.

Las técnicas de captación son variadas

“Internet es uno de los principales puntos de captación”, afirma la psicóloga Barranco, que aclara que las técnicas son muy variadas. Algunos grupos detienen a las personas en la calle y otros pegan carteles u ofrecen cursos, incluso a veces son amigos o conocidos quienes introducen a las personas a estos grupos. “Vivimos momentos en los que estamos muy necesitados de que nos ayuden y estos grupos ofrecen soluciones mágicas”, indica.
Los expertos coinciden en que cuando las víctimas son captadas cambian su forma de hablar, se expresan como otra persona y repiten frases armadas, se distancian de sus allegados, se vuelven monotemáticos y se interesan por bibliografía y autores que hasta ahora no habían leído, son más esquivos, hablan poco y se irritan fácilmente, cambian su vestimenta y sus actividades cotidianas, y su cariño se vuelve más frío. Joan Pérez mira en su móvil una foto de la época en la que pertenecía a una secta y señala sus ojos, entreabiertos y apagados: “Estaba ausente, no estaba allí”.
“Destrozan tu vida”, resume. Pero asegura que es posible salir. “[LAS VÍCTIMAS] No quieren denunciar ni hablar del tema porque tienen miedo al líder y han sufrido tanto que no quieren saber nada más”, comenta. Pero destaca la importancia de acudir a un psicólogo experto.
Tanto Pérez como Rodríguez han trabajado para recuperar sus vidas y han estudiado el comportamiento de los líderes y grupos sectarios para identificarlos. Animan al resto a informarse y cuentan sus experiencias para que sirvan a otros. Rodríguez lo tiene claro: “Por lo menos que el sufrimiento sirva para algo útil, por fin. Era lo que yo quería hacer desde el principio: ayudar a la gente”.

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