miércoles, 27 de diciembre de 2017

Abandonar el engaño ¿por qué cuesta tanto? Conclusión



Modos de abandonar el grupo

La buena noticia es que, al fin, la mayoría de los miembros abandonan sus sectas. Tienden a hacerlo de tres maneras.

Primero, muchos se marchan por su propia voluntad porque se desilusionan, se hartan o se agotan, o se dan cuenta de que la secta no es lo que afirmaba ser. Las contradicciones se tornan demasiado obvias y ya no se las puede ignorar. Juntan coraje y hacen su ruptura. A menudo, un incidente determinado desencadena la acción...

 
Segundo, algunos miembros son expulsados por el grupo debido a diversas razones que van desde la política de desechar a los miembros que se quiebran mental o físicamente por el estrés de la vida de la secta hasta programas deliberados en que el líder decide, por motivos económicos u otros, reducir el tamaño del grupo o librarse de alguien. A veces el líder se muestra dispuesto a sacrificar unos pocos miembros desleales o "independientes" para darles una lección a otros en el sentido de que también puede desecharlos si no se comportan bien… A los miembros que salen de la secta de esa manera a veces se los llama expulsados.

Tercero, personas que no son miembros —habitualmente la familia o los amigos y un equipo compuesto por asesores o ex miembros— pueden reunirse con un miembro y darle información y apoyo que le permite una elección plenamente consciente respecto de la pertenencia al grupo…
Para muchos, abandonar el grupo es una de las cosas más difíciles de hacer. Y resulta difícil, en especial, hacerlo solo. Ésa es la razón principal del éxito de las intervenciones familiares, el asesora­miento en el egreso y otros métodos para brindar información y apoyo al miembro de la secta.



Hay vida después de la secta



Recuerdo que, cuando era pequeña, iba a las estaciones de ferrocarril de pueblitos de Colorado y observaba los nuevos trenes aerodinámicos que paraban o desaceleraban para arrojar sacas de correspondencia y luego retomaban la velocidad a medida que se ale­jaban...

Por mi trabajo con tantos ex miembros de sectas, tengo una nueva imagen de la estación de ferrocarril y las vías. Pienso en la gente de pie a lo largo de las vías, observando cómo van y vienen los distintos trenes, mientras en cada parada los propagandistas, los em­baucadores y los autodenominados salvadores del mundo descien­den de un salto de los trenes y despliegan sus elementos seducto­res, en el intento de que la mayor cantidad posible de gente de las estaciones salte al tren y entre con ellos en esa fantasía de la perfección.

-- Cuando el líder de una secta, un gurú, un instructor o cualquier autoproclamado flautista de Hamelín le pida que suba de un salto al tren porque afirma poseer el "único camino", ¡cuidado! Ésa puede ser la última parada del tren en el camino al infierno en la Tierra.-- 

A través de la historia, la gente ha ayudado a los enfermos, los pobres, los oprimidos. No olvidemos ayudar también a aquellos que han sufrido en manos de abusadores mentales, tiranos y manipulado­res que quitan la libertad de la mente humana para razonar, crear, criticar y cambiar.

Como estamos por terminar el viaje de este libro, deseo compar­tir mi fascinación y admiración por los seres humanos que han soportado la gran decepción y la estremecedora y esclarecedora experiencia de ver cómo el sueño de hacer del mundo un lugar mejor sólo ayudó a un líder egoísta a llenar sus arcas e irse al banco entre risas. He sabido de los sueños rotos de los jóvenes que ingresaron en sectas, de los adultos que quedaron atrapados en grupos de reforma del pensamiento New Age, de los mayores que llegan a darse cuenta demasiado tarde de que dieron todos sus ahorros a una persona joven y seductora de una secta.

Todas las personas con las que he trabajado y que padecieron y salieron de las experiencias descritas en este libro se encuentran entre las personas más estimulantes que jamás haya conocido. De­seaban ser mejores, deseaban que todo el mundo fuera mejor. Eran altruistas, solícitas y deseaban ayudar, y fueron engañadas:  creye­ron a un charlatán.

Me resulta admirable que ex devotos puedan volver rápida­mente, después de la amarga desilusión de saber que su líder había mentido, había comprado cocaína con el dinero que sus seguidores pidieron en la calle, había abusado de los niños o asesinado a enemi­gos, y que nada de lo que esas personas hacían en la secta tenía que ver con sus elevados objetivos originales. Me siento inspirada por esas personas mayores que se apresuran a marcharse cuando se ente­ran de que la dulce joven que parecía tan ansiosa de ayudarlos en al­gunas tareas, en realidad, acaba de engañarlos.

Cuando la gente dice "Fui burlado, fui engañado y ahora lo veo. Y pienso levantarme, regresar y sin embargo tratar de no volverme tan amargado que nadie quiera estar cerca de mí", esa gente despierta toda mi admiración.
También deseo rendir tributo a la memoria de todos los que murieron a manos de líderes de secta, incluidos aquellos que se suicidaron cuando estaban tan afligidos por lo sucedido que ya no podían seguir adelante. Quiero que otros recuerden conmigo a aque­llos que murieron por poner en práctica los regímenes prescriptos por curanderos, aquellos que murieron mientras conducían un au­to sin dormir para llegar al pueblo próximo y reunir dinero para el líder que conducía autos de lujo y dormía con toda comodidad, aquellos que murieron por falta de atención médica porque la secta la despreciaba o porque estaban tan ocupados con la orden del líder que no pudieron llegar a un médico.

Deseo aplaudir a todos aquellos que siguen con el deseo de hacer el bien y ser buenos con su familia, sus amigos y la humanidad. Los aplaudo por regresar después de la traición de un abusador espiritual, un explotador psicológico o un embaucador político, y por no permitir que un seudogurú fascista siga controlándolos. Aplaudo a aquellos que se expresan y creen que todos debemos tratar de impedir que esos abusadores se apoderen del mundo.

En verdad, el precio de la libertad es la vigilancia eterna y la capacidad para recu­perarse de las derrotas, los fraudes y el acoso.




Una mente libre es algo maravilloso. Las mentes libres han producido los avances de la medicina, la ciencia y la tecnología; han creado grandes obras de arte, literatura y música; y han ideado nuestras reglas de ética y las leyes de las tierras civilizadas. Los tiranos que se hacen cargo de nuestro pensamiento y ponen en vigencia la "corrección" política, psicológica o espiritual quitándo­nos nuestras libertades, en especial la libertad de nuestra mente, son la amenaza de hoy, de mañana y de toda la eternidad.

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