lunes, 25 de diciembre de 2017

Abandonar el engaño ¿por qué cuesta tanto? Parte III

Separación del pasado

Otro notable factor que retiene a la gente en las sectas es que ha sido separada de su pasado. En casi todos los grupos, en el curso del tiempo, uno rompe con el propio pasado. Ya no ve a la familia ni a los amigos que no se incorporaron al grupo. Tal vez uno haya intentado reclutarlos, pero no se mostraron interesados. ………
De esa manera, el universo entero pasa a ser la gente con la que se está, lo que se hace cada día, las reuniones a las que se asiste y la casa en que se vive, probablemente con otros miembros. Uno está rodeado por completo de esa manera y al fin se olvida del propio pasado.


Después de vivir en un ambiente donde todos piensan y actúan de la misma manera, aun cuando uno no esté tan secuestrado como aquellos que son miembros de los grupos más restrictivos, se reduce la perspectiva y se atrofia la capacidad para comunicarse. Si ocurre que uno ve a su familia, resulta tan alienante que todo lo que se desea es huir de regreso al grupo. Si bien la vida en las sectas es desdichada y está llena de carencias, de alguna extraña manera es en el grupo donde uno se siente cómodo realmente porque es lo que ha llegado a conocer. Es familiar, es el ambiente cotidiano, el hogar y la familia.

En ese contexto, pensar en marcharse se torna absolutamente abrumador. Si la idea de la huida pasa siquiera por la cabeza, uno piensa: ¿Adónde iría? ¿Qué haría? ¿Quién me aceptaría? Uno ha perdido tanta autoestima que la idea de marcharse es insoportable. No puede contemplar abandonar el protegido universo pequeño para salir al horrible mundo que durante todo ese tiempo le han enseñado que es el otro, el mal, la sociedad burguesa o satánica. Los no creyentes no lo aceptarán a uno. En el instante en que ellos descubran que uno era "ése", muere ahí mismo o es perseguido. Nadie lo empleará, nadie lo querrá, nunca tendrá una relación. Uno es un perdedor.

Todo eso pasa por la mente de uno porque, de alguna manera, ésas son las cosas que le dicen en la secta, y uno las ha internalizado mediante las sesiones de instrucción y el poder del entorno grupal. Debido al profundo abismo que lo separa del mundo, uno piensa que nunca podrá marcharse y entra en una especie de parálisis emocional y psicológica…


Miedo

Otra razón por la que la gente no abandona las sectas es simplemente el miedo…si cometen el error de decirle a alguien que están pensando en irse, son apartados de las actividades del grupo, sometidos a ostracismo y castigados. Se los critica, se los pone en el banquillo de los acusados y, en la mayoría de los casos, se los "convence" muy rápidamente para que se queden. Como miembro del grupo, uno llega a saber de tales episodios y teme que le toque ese destino. Una vez más, marcharse no parece una opción factible.


En algunos casos, los miembros son expulsados…se dicen mentiras horrendas sobre ellos para reforzar los criterios del grupo por los cuales ya no son miembros. Tal acusación no es una perspectiva placentera para alguien que piense marcharse. La imagen del paria adquiere proporciones enormes y la idea de convertirse en tal parece un destino peor que la muerte.

Culpa por la participación

El factor final que cierra la puerta de la trampa es la participación activa del miembro de la secta. Se desee admitirlo o no, uno ha invertido la vida en la secta. Cuesta dejar eso, en parte porque hay todavía una porción de uno que desea creer que realmente el proyecto tendrá sentido, y en parte por la vergüenza y la culpa que se siente. Uno ha participado en actividades que, en la vida normal, probablemente nunca hubiera considerado, actos moralmente reprensibles, acciones que uno nunca hubiera pensado que pudiera llevar a cabo o presenciar. Esa clase de culpa y vergüenza mantiene a la gente en las sectas. Les impide decir, simplemente: "Me pondré de pie y me iré ahora".

Debido a la experiencia en la secta y a todas esas influencias, se desarrolla una dependencia forzosa. Uno puede haber comenzado como un individuo completamente autónomo e independiente, pero, después de cierto tiempo, aunque no se desee admitirlo, uno se vuelve completamente dependiente del grupo para todas las necesi­dades sociales y familiares, para la autoimagen y para la superviven­cia. En grados que varían, a uno le dicen cada día qué hacer y, de esa manera, sufre una regresión. Se vuelve como un niño para el que todo pensamiento de acción independiente es por completo apabullante e insoportablemente abrumador.
¿Cómo puede un niño ponerse de pie y marcharse cuando se lo ha llevado a creer que no puede vivir sin la gracia del liderazgo y el grupo? 


Dada la poderosa combinación de creencia, lealtad, dependen­cia, culpa, miedo, presión de los pares, falta de información y fatiga, todo lo cual probablemente posea igual peso psicológico, los miem­bros no dejan fácilmente las sectas. La gente honorable y decente no abandona con facilidad los compromisos, y el ambiente del grupo es tal que torna casi imposible marcharse.

Muchos miembros, en especial aquellos que permanecen en una posición inferior dentro del grupo, soportan un estado de conflicto mental y tormento durante años. Otros ascienden en la jerarquía y se les enseña a perpetuar el sistema manipulador. Aprenden... a dar falsas versiones sobre victorias de la secta y a encubrir al líder corrupto. Su rol es imponer la obediencia y la dependencia, y aprenden a racionalizar su propia conducta así como la del líder. A pesar de que conocen las falsedades, se quedan por la posición y el poder de que gozan. También permanecen porque están atrapados por las mismas influencias que los otros y porque sienten una enorme culpa y temen el chantaje y la represalia del grupo.

Modos de abandonar el grupo


La buena noticia es que, al fin, la mayoría de los miembros abandonan sus sectas. Tienden a hacerlo de tres maneras...
Continuará

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