Separación
del pasado
Otro notable factor que retiene a la gente en las sectas
es que ha sido separada de su pasado. En casi todos los grupos, en el curso del
tiempo, uno rompe con el propio pasado. Ya no ve a la familia ni a los amigos
que no se incorporaron al grupo. Tal vez uno haya intentado reclutarlos, pero
no se mostraron interesados. ………
De esa manera, el universo entero pasa a ser la gente con
la que se está, lo que se hace cada día, las reuniones a las que se asiste y la
casa en que se vive, probablemente con otros miembros. Uno está rodeado por
completo de esa manera y al fin se olvida del propio pasado.
Después de vivir en
un ambiente donde todos piensan y actúan de la misma manera, aun cuando uno no
esté tan secuestrado como aquellos que son miembros de los grupos más
restrictivos, se reduce la perspectiva y se atrofia la capacidad para
comunicarse. Si ocurre que uno ve a su familia, resulta tan alienante que todo
lo que se desea es huir de regreso
al grupo. Si bien la vida en las sectas es desdichada y está
llena de carencias, de alguna extraña manera es en el grupo donde uno se siente
cómodo realmente porque es lo que ha llegado a conocer. Es familiar, es el
ambiente cotidiano, el hogar y la familia.
En ese contexto, pensar en marcharse se
torna absolutamente abrumador. Si la idea de la huida pasa siquiera por la
cabeza, uno piensa: ¿Adónde iría? ¿Qué haría? ¿Quién me
aceptaría? Uno ha perdido tanta
autoestima que la idea de marcharse es insoportable. No puede contemplar
abandonar el protegido universo pequeño para salir al horrible mundo que
durante todo ese tiempo le han enseñado que es el otro, el mal, la sociedad
burguesa o satánica. Los no creyentes no lo aceptarán a uno. En el instante
en que ellos descubran que uno era "ése", muere ahí mismo o es
perseguido. Nadie lo empleará, nadie lo querrá, nunca tendrá una relación. Uno
es un perdedor.
Todo eso pasa por la mente de uno
porque, de alguna manera, ésas son las cosas que le dicen en la
secta, y uno las ha internalizado mediante las sesiones de instrucción y el
poder del entorno grupal. Debido al profundo abismo que lo separa del mundo,
uno piensa que nunca podrá marcharse y entra en una especie de parálisis
emocional y psicológica…
Miedo
Otra razón por la que la gente
no abandona las sectas es simplemente el miedo…si cometen el error de decirle a
alguien que están pensando en irse, son apartados de las actividades del grupo,
sometidos a ostracismo y castigados. Se los critica, se los pone en el
banquillo de los acusados y, en la mayoría de los casos, se los "convence"
muy rápidamente para que se queden. Como miembro del grupo, uno llega a saber
de tales episodios y teme que le toque ese destino. Una vez más, marcharse no
parece una opción factible.
En algunos casos, los miembros son
expulsados…se
dicen mentiras horrendas sobre ellos para reforzar los criterios del grupo por
los cuales ya no son miembros.
Tal acusación
no es una perspectiva placentera para alguien que piense marcharse. La imagen
del paria adquiere proporciones enormes y la idea de convertirse en tal parece
un destino peor que la muerte.
Culpa
por la participación
El factor final que cierra la puerta de
la trampa es la participación activa del miembro de la secta. Se
desee admitirlo o no, uno ha invertido la vida en la secta. Cuesta dejar eso,
en parte porque hay todavía una porción de uno que desea creer que realmente el
proyecto tendrá sentido, y en parte por la vergüenza y la culpa que se siente.
Uno ha participado en actividades que, en la vida normal, probablemente nunca
hubiera considerado, actos moralmente reprensibles, acciones que uno nunca
hubiera pensado que pudiera llevar a cabo o presenciar. Esa clase de culpa y
vergüenza mantiene a la gente en las sectas. Les impide decir, simplemente:
"Me pondré de pie y me iré ahora".
Debido a la experiencia en la secta y a
todas esas influencias, se desarrolla una dependencia forzosa. Uno puede
haber comenzado como un individuo completamente autónomo e independiente,
pero, después de cierto tiempo, aunque no se desee admitirlo, uno se vuelve completamente dependiente del
grupo para todas las necesidades sociales y familiares, para la autoimagen y
para la supervivencia. En grados que varían, a uno le dicen cada día qué
hacer y, de esa manera, sufre una regresión. Se vuelve como un niño para el que todo pensamiento de acción
independiente es por completo apabullante e insoportablemente abrumador.
¿Cómo
puede un niño ponerse de pie y marcharse cuando se lo ha llevado a creer que no
puede vivir sin la gracia del liderazgo y el grupo?
Dada la poderosa combinación
de creencia, lealtad, dependencia, culpa, miedo, presión de los pares, falta
de información y fatiga, todo lo cual probablemente posea igual peso
psicológico, los miembros no dejan fácilmente las sectas. La gente honorable y
decente no abandona con facilidad los compromisos, y el ambiente del grupo es
tal que torna casi imposible marcharse.
Muchos miembros, en especial aquellos que permanecen en una posición inferior dentro del grupo, soportan
un estado de conflicto mental y tormento durante años.
Otros ascienden en la jerarquía y se les enseña a perpetuar el sistema
manipulador. Aprenden... a dar falsas versiones sobre victorias de la secta y a encubrir al líder
corrupto. Su rol es imponer la obediencia y la dependencia, y aprenden a
racionalizar su propia conducta así como la del líder. A pesar de que conocen
las falsedades, se quedan por la posición y el poder de que gozan. También
permanecen porque están atrapados por las mismas influencias que los otros y
porque sienten una enorme culpa y temen el chantaje y la represalia del grupo.
Modos
de abandonar el grupo
La buena noticia es que, al fin, la
mayoría
de los miembros abandonan sus sectas. Tienden a hacerlo de tres maneras...
Continuará
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